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El difícil camino de la infertilidad en la pareja

El difícil camino de la infertilidad en la pareja

La Organización mundial de la salud (OMS) define la infertilidad como una enfermedad del sistema reproductivo caracterizada por la incapacidad de lograr un embarazo clínico después de 12 meses o más de relaciones sexuales no protegidas. El año 2017 el Comité internacional de seguimiento de las tecnologías de reproducción asistida, agregó a la definición anterior que la infertilidad también puede caracterizarse por deterioro de la capacidad de una persona para reproducirse como individuo o con su pareja. Según diversos estudios, la infertilidad afecta alrededor de entre el 15 al 20 % de las parejas en edad reproductiva, y aunque existen pocas cifras de la prevalencia a lo largo de la historia, el porcentaje ha ido en aumento debido a varias causas, como la edad de la mujer al momento de buscar un embarazo, uso de anticonceptivos, estrés, entre otras. En Chile, se estima que un 10,4% de las mujeres en edad fértil al año de matrimonio presentan infertilidad, y que 4% de las parejas permanecería infértil a los 8 años de matrimonio.

Las dificultades al momento de intentar tener un hijo(a) suelen acarrear la aparición de sufrimiento emocional, sufrimiento que se da en mayor o menor medida por múltiples factores personales y situacionales. Si bien la infertilidad se da en un porcentaje importante de la población, la persona lo vive como una experiencia solitaria y, por tanto, se siente única ante el problema. Autores como Leticia Urdapilleta, (1995) plantean que la definición de infertilidad suele darse solamente desde el punto de vista médico, sin considerar que significa mucho más que no poder tener un hijo, pues es una crisis que amenaza importantes metas de la pareja, entre otras consecuencias.

Se estima que la infertilidad ejerce sus efectos en cuatro áreas principales: intrapersonal, interpersonal, laboral y social. La esfera individual puede verse afectada por una crisis identitaria, disminución de la autoestima, el deterioro de la autoimagen y el hecho que la persona se encuentra inesperadamente con una serie de sentimientos: sorpresa, negación, rabia, miedo, culpa, dolor, soledad, esperanza versus desesperanza, angustia y ansiedad, los que se despliegan a través de alteraciones a nivel conductual, ideacional y emocional. A nivel interpersonal, se observa un deterioro en la pareja en los planos de la comunicación y sexualidad; también hay perturbaciones y dificultades en las relaciones con el entorno familiar y social. El ámbito laboral se puede ver afectado por la merma o abandono del trabajo, ya sea por depresión o por los tiempos dedicados a los tratamientos. En el área social la crisis se caracteriza por la tendencia al aislamiento y la evitación de determinadas situaciones, como el contacto con mujeres embarazadas o familias con niños(as).

De esta forma, cuando se desea tener hijos(as) y no es posible lograrlo, se produce un impacto en la vida de la persona y las parejas, constituyéndose en un gran estresor que puede implicar una crisis del ciclo vital de los(as) involucrados(as), con un importante desgaste físico y emocional y muchas veces económico, elementos que suelen generar ansiedad, frustración y desesperanza. 

De acuerdo a la experiencia de terapeutas que han trabajado ampliamente en esta temática, las parejas pueden insertarse en una dinámica que se va perpetuando en la relación; dinámica en que la mujer puede sentirse poco comprendida por el hombre en tanto cree que éste minimiza lo que ocurre, interpretando aquello como menos interés e involucramiento; él, por su parte, suele sentir que para la mujer este tema se ha transformado en lo único importante y temen perder aquello que los unía; este patrón se hace recurrente y los torna defensivos, afectando su bienestar personal y la calidad de su vínculo. La vida entonces comienza a girar en torno a la búsqueda de ese hijo(a), instalándose una narrativa que invade todos los planos; las conversaciones, las emociones, los proyectos familiares, y la sexualidad. En este contexto, el trabajo terapéutico puede aportar  invitando a la pareja a observar su dinámica y a comprender y aceptar la posición del otro(a).

De acuerdo a Carmen Luz Méndez, terapeuta de gran trayectoria en terapia familiar y de pareja, son las dinámicas que se instalan y que se retroalimentan continuamente, las que van dificultando que la pareja pueda salir de ahí y construya nuevas explicaciones que les permitan ir superando parte del sufrimiento que los aqueja; en sus palabras, si están juntos y viven el dolor que significa la infertilidad tomados de la mano, pueden transitar por esta experiencia de una manera menos desgarradora (Méndez, Santiago, 2021).

Otros autores catalogan la infertilidad como una crisis vital que las parejas atraviesan, tiñendo sus interacciones por el propósito de concebir, dejando de lado el disfrute y la sensualidad. Pero esto no es irreversible, y sin duda abre una ventana para conversar sobre otras maneras de vivir la intimidad, y aun así disfrutar de ese espacio de encuentro.

Se estima que el abordaje biomédico no da cuenta integralmente de la experiencia de infertilidad, y no se hace cargo de los factores estresantes que los mismos tratamientos médicos implican, requiriéndose de una mirada de mayor empatía respecto de quienes padecen este problema. A su vez, la carencia de rituales compartidos en torno a la pérdida por muerte gestacional o perinatal, dificulta aún más que la pareja pueda procesar el duelo de ese niño(a) que no nació, y eventualmente enfrentar un nuevo tratamiento.

Resulta importante visibilizar esta experiencia desde un punto de vista interdisciplinario y abrir espacios de conversación en la pareja y la familia; e idealmente en el ámbito terapéutico, intentando así comprender el contexto de estas parejas e identificar dinámicas y patrones que se han anclado en la relación y pueden hacer aún más difícil el proceso que enfrentan. A partir del trabajo terapéutico se espera facilitar el cambio de aquello que ha contribuido a encapsular su dolor, en un intento de ayudarlos a caminar por la vivencia que los aqueja, recordando que al conversar las personas pueden generar nuevas posibilidades de desarrollo y de alivio a su sufrimiento (Cuevas & Escobar, Santiago, 2021).

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