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Tiempo de cuarentena: Una crisis y una oportunidad

Tiempo de cuarentena: Una crisis y una oportunidad

Hemos visto con preocupación las noticias a lo largo de todo el mundo. Esta situación de pandemia no nos deja indiferentes, nuestra vida ha cambiado y de manera bastante radical.

Parece ser que lo único cierto es que deberemos tolerar la incertidumbre por un tiempo aún no definido. Sí, tolerar que no sabemos cómo ni cuándo podremos volver al ritmo de vida que antes llevábamos.

También es posible preguntarse si realmente podremos vivir de la misma manera en que lo hacíamos antes ¿será posible retomar la cotidianidad? ¿las mismas costumbres? ¿cómo se regresa a la “normalidad” después de tener que enfrentar formas de convivencia probablemente nunca antes experimentadas?

Esta crisis de alguna manera nos enfrenta a diversos desafíos. Claramente uno de los más potentes ha sido acostumbrarnos a llevar una vida sin certezas y con dinámicas diarias que nada tienen de común. Los niños sin jardín ni colegio, la mayoría de los trabajos realizados a distancia o simplemente paralizados, o aquellos que dada su actividad deben trabajar en un contexto de extrema urgencia y preocupación.

El llamado tanto a nivel local como internacional ha sido solo uno y muy claro: quedarse en casa, lo que a primera vista suena bastante fácil, pero si lo analizamos con precaución ¿qué significa para cada uno de nosotros quedarse en casa? ¿cómo se hace? ¿cómo abordar este tiempo desde nuestras propias vidas, deseos, necesidades, inquietudes y temores?

Quedarse en casa constituye un desafío tanto a nivel individual como familiar.

Para alguien que ha decidido vivir solo/a por ejemplo, puede ser una muy buena manera de adentrarse en esta experiencia de manera absolutamente radical. Quizás encuentren en esta la mejor excusa de poder vivirlo realmente de manera individual, sin visitas ni posibilidades de regreso al lugar de origen. Sin embargo, esa experiencia puede ser también el origen de una crisis que desde la distancia física nos puede hacer incluso cuestionar esta decisión y a su vez, conectarnos con el valor que tenía para nosotros eso que antes era tan cotidiano y que dejamos de ver como relevante. El abrazo, la despedida, el pancito caliente en la mañana o las buenas noches, hábitos que han sido tan parte de la vida que se naturalizan y dejan de ser relevados y que en este tipo de ocasiones nos vuelven a conectar con nosotros mismos y nuestra historia. Es decir, en medio de una crisis una oportunidad de reconectarnos y valorar algunas cosas que en la cotidianidad habían dejado de ser vistas.

En el caso de una familia, quedarse en casa puede ser un tremendo desafío y aquí es importante considerar que son desafíos que no solo interpelan a la dinámica, si no a las condiciones de vida de cada una de las familias de nuestro país. Para algunos puede incluso sonar fácil, casi como estar de vacaciones ¿qué podría ser mejor? Sin embargo, si lo analizamos más detenidamente este tiempo dista bastante de ser un periodo de “vacaciones”. Pasar tiempo en familia sin visitas y sin salir de casa nos enfrenta ineludiblemente a mirarnos más de lo habitual, a compartir espacios, horarios y costumbres que probablemente en lo cotidiano no se producen. Nos enfrenta a tener que convivir con lo que cada uno tiene, quiere y siente en un contexto totalmente nuevo y desconocido.  Puede ser el contexto propicio para que se generen dificultades dentro de familias que quizás nunca antes hubiesen sentido tenerlas o se agudicen situaciones que se arrastran hace mucho tiempo y que hasta ahora no han sido posibles de resolver.

Como ejemplo, para algunas familias que acostumbran no conversar de las dificultades que les ocurren, el diario vivir otorga los mejores contextos y excusas para dejar pasar el tiempo y hacer que esa emoción negativa se dilate y por tanto el evento que provocó la discusión deje de ser “relevante”. Hoy ¿es posible? Cuando debemos sí o sí enfrentarnos a estar en familia querámoslo o no, se hace muy difícil dejar pasar el tiempo y no sentir, dado el contexto, que es una situación tremendamente preocupante ¿Una crisis? Sí, pero también la oportunidad de tener la experiencia de hablar de aquello que me preocupa, molesta o inquieta sin dar tanto plazo para las fantasías o proyecciones de lo que podría pasar, la posibilidad de encontrarnos sin querer con una nueva forma de resolver.

Cómo llevar las labores de la casa, el teletrabajo en algunos casos, la falta de trabajo en otros y la enorme incertidumbre que esto genera además del cuidado y educación de los hijos es un desafío en sí mismo bastante complejo. Quizás en el diario vivir los adultos, padres, madres a cargo de la familia han funcionado mediante dinámicas que hacen posible la coordinación de todas estas áreas. Pero hoy ¿cómo se resuelve? ¿de quién es cada una de estas labores? ¿hay acuerdo en la manera en que debe hacerse cada una de estas actividades? ¿se debe priorizar alguna por sobre la otra? ¿cómo sobrellevar esto asociado a las tremendas incertidumbres que generan todos estos cambios?

Cada una de estas situaciones como muchas otras, interpela a la familia a tener que conversar, a enfrentarse a dinámicas que posiblemente antes no eran consideradas una dificultad.

Sin duda, la cotidianidad alterada tanto para las personas que viven solas, como para las que lo hacen en familia puede generar crisis, pero también una oportunidad: de tener conversaciones que nunca antes hemos tenido y que nos pueden ayudar a conocernos más profundamente y hacer emerger nuevas formas de convivencia que cuestionen las anteriores y que configuren reglas y costumbres que nos ayuden a sentirnos más cerca. También ayudarnos a darnos cuenta qué situaciones que nos aquejan no pueden seguir esperando y necesitan ser resueltas lo antes posible. Pedir ayuda, apoyarse y generar redes aunque sea a la distancia en estos momentos se convierte en una gran herramienta, es decir, la inevitable crisis también conlleva una tremenda oportunidad.

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